¡PODEMOS
INFLUIR EN NUESTRA SALUD!
Ernesto
Müdespacher Martens
Carl
Gustav Jung dice que “nosotros somos
responsables en un porcentaje muy alto de nuestra salud y de nuestra
enfermedad. Pero esto no se tiene que percibir de forma negativa, sino todo lo
contrario, hay oculto un mensaje positivo. De la misma forma que tenemos el
poder de crearnos una enfermedad, tenemos el poder de curarnos esa enfermedad.
Nuestra mente es tremendamente poderosa, nos puede hundir y enfermar pero al
mismo tiempo nos puede salvar y curar. Sólo de nosotros depende”
Estoy de acuerdo con C.G. Jung en lo
elemental. Dios nos dio una mente
poderosa, mediante la cual se ha visto que podemos enfermar, o sanar. Cuantas
veces hemos visto como, en una mente retorcida, envidiosa, ruin, no pasa mucho
tiempo en que se desarrollen estadios de cáncer. Ello nos lo explicamos con más claridad cuando
estudiamos el desarrollo de la colitis. Cuando somos atacados por alguna
persona, frecuentemente lo “sentimos” con el aparato digestivo. Jugos gástricos
llegan al estómago, donde se forma una acidosis, que sentimos en forma de
reflujos gástricos. Acto seguido se
involucra otro órgano gástrico, el colon, que se inflama en diversas
proporciones, frecuentemente en forma dolorosa.
Y si permitimos que nuestra poderosa mente siga siendo afectada por esos
pensamientos, esa colitis se agravará, pudiendo incluso devenir en un problema
gástrico crónico. Eventualmente, incluso en una úlcera o, en casos extremos,
cáncer.
Así
como podemos descuidarnos, al permitir
que nuestro estado de ánimo nos lleve a la enfermedad, también estoy de acuerdo
con el Dr. Jung en que una rápida reacción defensiva hará que controle mi sentir, que controle mi mente, y que evite
el desencadenamiento de la enfermedad.
Leemos
en el Salmo 130: Jehová, si mirares a los
pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que
seas reverenciado.
Si
nos detenemos en el resentimiento que nos causa el haber sido agredidos, o si
nos detenemos en el deleite que nos puede causar la sed de venganza, planeando
las distintas formas de actuar agresivamente, seguiremos enfermando nuestro
sistema orgánico con jugos gástricos, ácidos poderosos o álcalis destructivos, que pueden estar
minándonos. Estamos pecando, nos estamos dejando llevar por la ira. Y caemos en
el campo de acción del refrán que dice “en la culpa lleva la penitencia”.
Honra
a Dios, quien es grande en perdonar. Podemos, en momentos de ira o confusión, orar al Señor,
para que nos dé el triunfo sobre nuestro enojo: temperancia, y perdón, los
cuales nos conducirán a un estado de calma, de “conciencia purgada”, de abandono
de esos estadíos de ira y venganza, retornándo en forma casi inmediata al
exquisito estado de la Paz.