viernes, 21 de septiembre de 2012

EL DESALIENTO

Números 14: 3
¿Y porqué nos trae Jehová a ésta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?
Isaías 59: 2
..pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros Su rostro para no oír.

Doce espías habían regresado de la tierra que Dios prometió al pueblo de Israel. Era momento de gozo. Después de un breve tránsito por el desierto, estaban listos para entrar en la tierra prometida. Dios, su Dios, los había sacado de Egipto,  tierra de esclavitud. Los había liberado de morir a manos del ejército de Faraón, el más poderoso de la tierra, dividiendo el Mar para que pudieran escapar. Los había protegido, dándoles pan y agua durante todo el trayecto. Y ahora, doce espías habían regresado, para informarles sobre las  bellezas de esa tierra.

De los espías oyeron que, efectivamente, era una tierra bella, donde abundaban las bendiciones, “tierra donde fluyen la leche y la miel”. Pero … no faltaron los agoreros del mal. En esa tierra moraba el gigante. ¡Uy, que miedo! El gigante. Sus corazones latieron de miedo. El gigante. Y así, sin recordar  todo lo que en el pasado reciente había hecho Dios por ellos, de toda la protección que les había deparado, se llenaron de temor y de aflicción, y abandonaron la decisión de proseguir, de conquistar lo que ya Dios les había obsequiado.

Satanás, tratando de  destruir Su obra, Sus planes. La mano del enemigo nuevamente, evitando que Israel evidenciara el poder, la benevolencia, la misericordia del Creador. Satanás, desalentando al pueblo, exactamente en la misma forma que hace frecuentemente con  nosotros. Si analizáramos las razones de nuestros muchos desalientos, veríamos la mano de Satanás impulsándonos a recelar de las bendiciones que Dios está trayendo a nuestras vidas. En forma clara o en forma no tan clara, pero la mano del engañador siempre será la que esté evitando que gocemos de esas bendiciones de Dios. Y utiliza ese engaño para separarnos, simultáneamente, de la comunión, de la cercanía con Dios.

¡Que tuviéramos el hábito de recordar éste pasaje de Israel, y de cómo fueron separados de la bendición y la guía de Dios! ¡Que recordáramos  la necesidad de orar siempre, y el poder que tiene la oración para aclarar nuestras mentes y voluntades, rompiendo así los influjos satánicos sobre nosotros!